martes, 27 de agosto de 2013

Eva de Durán (1919 - 2013)


Mamaeva

Antes de aprender a hablar, aprendí a decir Mamaeva. En una elegante casa cartagenera de salones infinítos y gigantescos árboles susurrantes, aún puedo verla a ella, erguida e imponente, con esa distinción natural tan suya, tan adherida a su piel, con ese aire de otro tiempo, de antigua dama intachable, omnipresente, inabarcable y perfecta.
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Cada acto de su vida, hasta los más nimios, estaban revestidos de una magía omnipresente, como en el momento esencial de moler el maiz, con esa shamánica intuición de alquimista indígena que hacía de la hora de la cena un verdadero canto al goce de la vida.
La recuerdo como una diosa de soberbia cabellera negra y piel blanquísima, dando las últimas instrucciones para la gran fiesta. Una matrona de tiempos antiguos, una auténtica Mamagrande, escogiendo la música y los invitados en medio de un hermoso salón iluminado, controlando la vida y milagros de cuatro generaciones con hilos invisibles, poderosos como el acero.
Es que la vida la atropelló duro y hasta el fondo desde muy temprano. Huerfana de madre desde los doce años, abandonada por su padre Luis Flores, con la responsabilidad de Alicia, su hermanita pequeña, entró a trabajar a los catorce años como obrera en textiles Alpha, en la via 40 de Barranquilla, falsificando una cédula de ciudadanía pues su corta edad le impedía ser admitida. Y un buen día allí conoció a mi abuelo Leonardo Durán Mejia, quien fue como ingeniero a hacer el mantenimiento de las maquinas.
Leonardo, por su parte, era un tipo de esos de armas tomar, que no se dejaba de nada ni de nadie. Hijo de Santandereanos de Ocaña, madrugadores y escrúpulosos, nació en Barranquilla el 7 de julio de 1917, hijo de Julio Durán y Alicia Mejia, e hizo del trabajo su única religión. Su padre Julio Durán era un cachaco pequeño, fuerte, solido y muy temperamental que dominaba por completo a su mujer siendo esta mucho más alta que él.
Mis bisabuelos Julio Durán y Alicia Mejia vivian a princios del siglo XX en Barranquilla por los lados de la Calle Murillo (calle 45) con veinte de julio (cra 43) en donde estaba instalado un taller de mecánica en un inmenso lote de terreno que se llamaba Julio Cesar Durán, todo iba muy bien hasta que salió en todos los periódicos la notícia de que se iba a realizar una zona franca por los lados de Rebolo, zona que se convertiría en una mina de oro para todo aquel que quisiera y pudiera invertir. Por esta razón ni corto ni perezoso vendió su inmensa propiedad en la Murillo, y compró en Rebolo una inmenso terreno en el que construyo 10 inmensas casas... allí naufragaron todas sus ilusiones.... la zona franca, sí fue construida, y está funcionando desde hace muchos años, pero las valorizaciones anunciadas con bombos y platillos por las autoridades para los inversionistas en el terreno nunca se vió, ý todo lo contrario, se convirtió en la zona negra más peligrosa y hedionda de Barranquilla. Por esta razón mi abuelo Leonardo voló pronto de casa de sus padres para buscar aires mejores para el progreso económico.
A los siete días de la boda de mis abuelos, estalló la guerra civil del Bogotazo. Los hermanos de él se fueron a meter de cabeza en la hacienda en la que la feliz pareja disfrutaba las mieles del matrimonio y adios luna de miel. Mamaeva me contó muchas veces como abrazados desde una colina, observaron el resplandor de los incendios.
Es famosa la anecdota de cuando mi abuelo,ya casado con Mamaeva, llevó a la familia a vivir a las Salinas de Manaure, donde fue nombrado intendente general. Mamaeva tenía tres niños pequeños y estaba embarazada del cuarto bebé.se instaló la familia en una hacienda en medio del desierto de la Guajira, cercana a una rancheria de indigenas wayuus. Mamaeva no hablaba dialecto wayuu, y los indigenas wayuus no hablaban lengua española así que la cosa estaba como complicada. En una de esas Leonardo salió a trabajar y no volvió a dormir en la noche… ni al día siguiente… ni al día siguiente… imagínese la angústia y el terror de Mamaeva… sin teléfono, ni celular ni internet (que en esa epoca no existían, bueno, el telefono si existia, pero aún no en el desierto de la Guajira) para pedir ayuda… sin nadie que hablase español y sin carro para salir de allí, embarazada y con tres niños pequeños… ya se imaginaba que a Leonardo los indios le habian cortado la cabeza a machete para robarle el carro… al tercer día ve ella venir el carro por el horizonte del desierto… y se parquea el carro en la puerta… y se baja Leonardo completamente ebrio y oliendo a puta… y mi abuela concluye el relato… “Pero yo le quité la borrachera del tracatazo que le pegue con la silla que le reventé en la cabeza… y de allí en adelante agarré la costumbre de que siempre que se me perdía y no venía a dormir, yo no perdía el tiempo llorando ni gimiendo… el señor Durán que no venía a casa a dormir y yo organizaba una fiesta ese mismo día… avisaba a los vecinos, mataba una lechona y contrataba un conjunto de música” y mi abuelo se defendía…. “Claro… es que yo llegaba cansadisimo de trabajar y encontraba una multitud que no me dejaba entrar a mi propia casa… yo matándome en el trabajo y mi mujer armando fiesta… que falta de respeto”
Cuenta papá que en una oportunidad su padre les saco a pasear estando pequeños en el auto, dió con los niños una vuelta por la ciudad de Barranquilla y cuando estaban llegando de vuelta a la casa, mi abuelo no frenó sino que apagó el motor, y le preguntaron los pequeños: “Papá… ¿Por que apagas el carro?” Y él respondio: “Es que desde ayer no tengo frenos”.
En otra oportunidad que estaba paseando con mi primo Alfredito (que tendría 3 años en ese momento) por el barrio El Prado, a Alfredito le dieron ganas de ir al baño y mi abuelo toco el timbre en una de esas casas elegantes para pedir el favor de que dejasen a Alfredito usar el baño; como en la casa se negaron a hacerlo, mi abuelo puso a mi primo a hacer sus necesidades en el jardin de esa casa.
También se negaba a aceptar que no podía manejar, pues la biabetes habia reducido muchisimo su campo de vision. Siempre tuvo un land rover gris que era la delicia de los nietos. Al final no era que el se equivocara de calle, sino que las calles estaban todas en el lugar equivocado. Total, no aceptaba que no podia manejar y que era un autentico peligro público en el volante. Ibamos con el credo en la boca cuando el manejaba. El asunto terminó en tragedia cuando mato a un pobre burro que estaba atravezado en plena via 40 de Barranquilla. Los pasajeros vimos al animal desde lejos y gritamos en coro: El burro!!! El burro!! Y el solo atinaba a decir: “Cuál burro? Cual burro?” total que matamos al burrito, el carro quedo hecho una ruina y nunca mas mis tios permitieron que se acercara a un volante.
Mi abuelo tenía otra característica especial, su forma de tomar cerveza, no era sólo que tomase como cosaco... y no hasta emborracharse sino hasta casi matarse... sinó que tenía además la facultad de empinar la botella y abrir los músculos de la garganta como una serpiente anaconda que abre sus fauces para tragarse un bufalo... así hacía mi abuelo... y se embuchaba todo el contenido de la botella de un solo sorbo. ¡Ah! Yo adoraba con locura a mi abuelo, estar con él era pura diversion. Con el cualquier cosa podía pasar. Era un espectaculo increíble ese. Digno de un circo tal vez, o de un clip en las crónicas de Pirry para television.
En otra oportunidad en que unos empleados de la telefónica de Barranquilla estaban robando llamadas desde la central de la esquina de su casa, mi abuelo fue a enfrentarlos y se envolvió en tremenda pelea. Los empleados lo menospreciaban diciendo: Fuera de aqui viejo! Fuera!! En eso viene mi primo Alfredito con un casco de beisbol en la cabeza y un bate en la mano y les amenazó con el mismo gritando: “Ustedes a mi abuelo me lo respetan porque él es un anciano!”
En el año 1979 mi abuelo sufrió en un accidente laboral la mutilación de los tres dedos centrales de su mano derecha. Le quedó como un garfio, solo con los dedos meñique y pulgar, y el aprendió así a escribir perfecto, a utilizar los cubiertos para comer y a maniobrar las herramientas de mecánica. Y a los amigos que intentaron apodarlo “Mocho Durán” les zampó una trompada, que disuadió cualquier intento de repetir el irrespeto.
Era un rabioso liberal sin partido, fanático furibundo del General Gustavo Rojas Pinilla y ateo hasta la médula. "Dios no existe" - Decia a proposito todos los dias para bendecir el desayuno - "Ni el, ni la puta de la madre que lo parió".
Al fondo del frondoso y laberintico jardín de mis primeros terrores, quedaba el cuarto del abuelo. Era su refugio del mundo. Alli guardaba sus herramientas y amontonaba libros que leia punzante, desordenadamente, con avidez, como un Merlin genial y procaz. Yo me escapaba de la compañia de la familia y de los otros niños para sentarme a su lado y estar con él el mayor tiempo posible.- ” Que mujer tan buena es mi mujer - me decía siempre - es la mejor de todas”.
Es verdad, Mamaeva parece indestructible, sobrevivio a su familia, a mi abuelo, a todos sus amigos. En una oportunidad en que entramos ella y yo agarradas del brazo a la desaparecida discoteca Bongó, un local que hizo época en Barranquilla, donde se celebraba el cumpleaños de una de mis tías, le dije: “Se imagina Mamaeva lo que diran sus amigos si la ven a su edad entrando a una disco?” y ella me respondió alzándose de hombros despreocupadamente: “Que piensen lo que quieran! Que más me da! Al fin y al cabo todos están muertos!”
Mi abuelo nos dejó una mañana muy temprano, el 7 de julio de 1997. Se quedó dormido en una frase, de repente, súbita, plácidamente, como un pajaro que esconde la cabeza entre las alas. Nunca leyó ni escuchó mis poemas, aunque el intuía mi secreto. En su funeral conseguí que abrieran el ataud y coloqué el manuscrito con el borrador de mi primer libro de poemas sobre su corazón. A el he dedicado todos mis libros y a los recitales que he hecho por el mundo, sé con total certeza que él asiste.
Mis abuelos me dijeron siempre que me dedicara a otra cosa, que la poesía no sirve para nada, que no me daría nada en la vida, pero la verdad es que ellos dos son el origen de todo lo que escribo, y el más hermoso poema que conozco.

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Mamaeva acaba de morir, a la 1 de la mañana de hoy 27 de agosto de 2013.
Aunque el dolor casi no me deja respirar, sé que está en la compañia de su amado esposo. Y se que un día nos reuniremos todos juntos, en esa pradera luminosa donde nuestros ancestros nos esperan con los brazos abiertos, donde no hay oscuridad.

Eva Duran

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